📸 RTVE / ASO / LAT Images
El 17 de enero de 2020, tras una encarnizada lucha con el catarí Nasser Al-Attiyah, Carlos Sainz consiguió su tercera victoria general en el Rally Dakar, la prueba automovilística más dura del mundo.
Más de 40 años habían pasado desde aquel día en el que dejara boquiabierto a su amigo Juanjo Lacalle al poner de lado su SEAT 131 durante toda la subida por carreteras alpinas llenas de nieve.
Desde ese entonces, Sainz se dedicó a mostrar lo apasionantes que podían llegar a ser los vehículos que veíamos habitualmente por las calles.
Nadie, absolutamente nadie, ha tenido la oportunidad de ponerse al mando de tantos coches emblemáticos como ha hecho Carlos Sainz.
Tras un par de años compitiendo con su Renault 5, dio su primer gran salto al firmar por el equipo oficial Renault con un Renault 5 Turbo preparado para él personalmente. Unos años más tarde, en el 85, sería ascendido por el equipo, pilotando un Renault 5 Maxi Turbo (versión superior del antes mencionado R5T)

Después de su andanza con la marca del rombo, firmaría con Ford en 1987 para ponerse en manos del amado Ford Sierra RS Cosworth, con el cual debutaría en en el Mundial de Rallys.

En 1989 pasaría a formar parte del equipo oficial Toyota, junto al que por aquel entonces era considerado el mejor piloto del mundo, Juha Kankkunen. Bajo la dirección de la marca nipona cogería el volante del Celica GT-4, coche con el que conseguiría sus primeras victorias mundialistas (y con el que más) y el Campeonato del Mundo del año 1990. En 1992 ganaría de nuevo el Mundial más cuatro pruebas a manos del Celica Turbo 4WD.
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En 1993, tras haber ganado el título de pilotos el año anterior, firmó por el equipo Jolly Club, pilotando de esta vez el Lancia Delta HF Integrale, el coche más dominante de la historia del Mundial de Rallys (ganó el título de constructores durante 6 temporadas consecutivas). Éste fue el año en el que comenzó a verse cómo la tecnología Fiat se estaba quedando atrás en su territorio, la competición. Ese año Carlos quedó octavo en el campeonato y no registró ni una victoria.

En 1994 firmaría con Subaru, pilotando el icónico Impreza 555, teniendo a Ari Vatanen y Colin McRae como compañeros de equipo. Fue aquí donde Sainz comenzaría a sentirse impotente por los resultados, siendo Subcampeón en sus dos temporadas con el fabricante japonés.

Tras no ser capaz de llegar a lo más alto con Subaru, decidió regresar a Ford, con los que pilotaría el Escort RS Cosworth en 1996 para despedir al Grupo A, y el Escort WRC en 1997. Con la firma americana se quedaría otra vez a las puertas de la gloria quedando tercero del Mundial en sendas temporadas.

En 1998, retornaría a Toyota para probar suerte con la marca con la que llegara a lo más alto en dos ocasiones. Esta vez sería para pilotar el Corolla WRC. Como si de una broma de mal gusto se tratara, en la última etapa mundialista de ese mismo año, perdería el título tras que se averiase su coche a 700 metros de la meta mientras Luis Moya gritaba la “infame” frase “¡Trata de arrancarlo, Carlos!”
Tras quedar en la quinta plaza en el mundial en el 99, Sainz abriría el milenio firmando por tercera vez con Ford, manejando ahora el Focus WRC, teniendo una vez más a Colin McRae como compañero de equipo. Con la firma americana conseguiría el tercer puesto en los años 2000 y 2002, y un sexto puesto en 2001.

Tras quedar descontento con las políticas del equipo Ford, en 2003, Sainz se decanta por un cambio de aires, fichando por el equipo Citröen para ponerse al mando del Xsara WRC. Con los franceses conseguiría dos victorias mundialistas y sería tercero en el mundial de 2003 y cuarto en 2004, año en el que decide retirarse del mundial de rallys. A pesar de ello, volvió en 2005 para disputar dos pruebas del mundial a petición explícita del jefe del equipo Citröen, consiguiendo un tercer y un cuarto puesto.

Tras retirarse del mundial de rallys con una espinita clavada, Carlos se vio en búsqueda de nuevos retos. A estas alturas de su carrera, el rally Dakar fue el desafío que le devolvería la ilusión que los distintos contratiempos y rachas de mala suerte le habían quitado durante las temporadas posteriores a su último triunfo general en el mundial.
Y para adentrarse en este nuevo proyecto, firmó con el equipo Volkswagen, conduciendo un Touareg preparado específicamente para la prueba, participando con él en cinco ediciones, ganando la de 2010.

En 2015 se aventuraría esta vez con Peugeot a ganar su segundo Dakar, participando ese año y en 2016 con un Peugeot 2008, teniéndose que retirar de la prueba en ambas ocasiones. En 2017 cambiaría de vehículo, pero no de marca, usando de ésta un 3008, teniendo que que retirarse ese año también, para ganar la prueba al año siguiente.

Tras el éxito conseguido con la marca del león, cambió de coche, pasando a pilotar un buggy de la marca MINI. Con éste, se quedaría lejos de la victoria en 2019 (13º puesto). Pero este año fue una cosa distinta, y es que con lo experimentado que ha demostrado ser Carlos, no le hicieron falta ni tres intentos con este buggy para alcanzar la gloria, consiguiendo su ya mencionada tercera victoria en la prueba automovilística más grande del mundo para así celebrar sus 40 años en el mundo de los rallys.

Por haber sido capaz de emocionar a varias generaciones con tus hazañas.
Gracias Carlos.